domingo, 13 de agosto de 2017

Manuel Felipe Álvarez-Galeano. La entrevista

La poesía surge en el mismo instante en que el ser humano aprende a contemplar y descubre la fealdad y la belleza (lo hermoso y lo monstruoso), reinterpreta y crea su propia realidad. La poesía es descubrir lo oscuro que hay en la luz y lo luminoso que habita en las sombras.

La poesía es nacimiento.

Bienvenido Manuel Felipe al espacio Claroscuro.

*¿Cuál es tu definición de poesía?

La poesía es lo que queda de una enfermedad llamada realidad. Es la arcana testiga de que hemos muerto y renacido cuantas veces nos lo ha permitido el silencio. Es una ceremonia constante frente a la nada a partir de la cual queremos construir o destruir un símbolo. Es una búsqueda insondable del espejismo indefinible: la libertad, la felicidad, el amor y tantos cuantos. Es un flagelo que, paradójicamente, no nos deja morir. Es una forma de coquetearle al olvido, si es que existe el olvido después de todo. La poesía es la más sincera e irresoluta de las mentiras.


*¿Cómo es el lenguaje poético?

Una de las grandes aberraciones es que hay un principio absoluto e indivisible de lo que debe ser la poesía o, como contrapunto, creer que cualquier cosa es poesía, el reto del poeta es poder llegar a hacer de lo simple algo infinito, aclarando que, cuando hablo de infinidad, no hablo necesariamente de permanencia en la memoria sino en hacerle el amor al instante. El lenguaje poético debe ser coherente con el fondo, con lo que se siente y sin más pretensión que, meramente, cantar. Yo no desconozco a los que implementan esa encantadora juglaría que, para muchos, es anacrónica, por ejemplo en países como Perú se sigue cultivando la décima, en Antioquia hay un festival de la trova. Yo no me las doy de "posmó" por el simple hecho de ser "innovador", hay algunos a los que les fluye el objetivismo y alcanzan el encanto en lo simple, pero hay otros, incluso neobarrocos como Lezama Lima, que emprenden un metalenguaje, quizás perdiendo el núcleo, pero celebrando la palabra en sí misma. Por mi parte, me interesa la búsqueda: ya sea en la esencia o en el significante. Yo no me cierro ni me encasillo con alguna tendencia o vanguardia. Todas tienen algo qué aportar, aunque bien, si me encarretan esos poetas y esas poetas que encuentran una comunión entre lo que dicen y cómo lo dicen: Cernuda, Gaitán Durán, Silva, Barba Jacob, entre una infinidad de nombres.


*¿Qué relación se crea entre poeta y lector?

Se crea una complicidad, una desnudez y una confrontación entre dos mundos. A veces se logra un espejo, otras un espejismo y, en ciertos casos, una especulación; esta última se da cuando fluye ese misterioso encanto de saber que alguien lo está leyendo a uno, sin uno saber quién es. Es una oda al silencio. A veces se da que, por agradar al lector, perdemos la brújula y la sinceridad. Muchos poetas de ese estilo alcanzarán cierto reconocimiento, ya que saben leer cómo escribir lo que el lector quiere leer. Por mi parte, eso no me afana. Hace unos años si. Por poco y formo un frente anarquista y emancipado de la poesía, un neonadabarrocobjetoposmodernismo o algo así, pero las experiencias me han dejado que hay cosas más esenciales que figurar. El lector bien podrá postear y recomendar lo que uno escribe o, simplemente, ignorarlo. Ambas decisiones son válidas. Pienso que hay un lector para cada tipo de texto.  A lo mejor mi sencilla obra no gustará a muchos. Ni siquiera a mí me gusta en su mayoría, pero la publico porque a alguien, quizás, si pueda gustarle. Dejaré de escribir el día que me sienta pleno y satisfecho con algo que he creado. Siempre hay que estarse retando y entender que la obra de uno no tiene por qué gustarle a quien no le gusta, ni tiene por qué disgustarle a quien le gusta. Uno como lector y como escritor debe estar abierto. Todos, en su condición de lector o de autor, tienen algo para dar.


*¿Qué buscas y qué has encontrado en la poesía?

Busco simplemente crear y dar. Antes, como te dije, esperaba encontrar cierto reconocimiento, ahora solo quiero llegar a los rincones más escondidos y tocar uno que otro corazón que esté o no dispuesto. Busco sembrar. He encontrado la magia de lo sencillo en estos años de periplo por Latinoamérica. He encontrado experiencias hermosas. Tengo una bitácora en el corazón donde colecciono muchas anécdotas de vida: mi reconciliación con la vida, conmigo y con quienes por ahí he tenido uno que otro impase. Busco reconciliarme con el recuerdo y dejar de pelear con las ausencias, entre esas, la de mi madre, la de una parte inmensa de mi familia, la de un hogar, la de Colombia, Medellín, El Peñol... A ese terruño que añoro tanto, aunque a veces me maltrate tanto, la verdad, no espero mucho de mi tierrita en cuanto a mí, quizás por ese alegórico desinterés es que mi amor es tan sincero.


*¿Qué están escribiendo los jóvenes, cómo ves la nueva generación de poetas tanto colombianos como ecuatorianos y peruanos? Te pregunto por tu experiencia formativa en estos países.

Colombia es la llamada a ser una potencia, sino es que ya lo es. Igual esto no es una Copa América de la Literatura, como tendieron a hacer con cierta espectacularización con el Boom y las vanguardias. Veo a Colombia con una onda independiente bien interesante. Entendieron algunos gestores que la poesía es el camino para cambiar ese paradigma tan fregado en el que hemos vivido. Colombia debe entender que el corazón no debe ser una trinchera y es el poeta uno de los llamados a romper el eslabón.

No me preguntaste por estos casos, pero en Argentina, Chile y Uruguay (si es que se vale hacer esas someras generalizaciones), siento un romanticismo social y una apuesta interesante por la existencia, el panfleto y la necesidad de no repetir la historia. Autores como Lugones, Pizarnik, Parra, Onetti, Ibáñez, Cortázar, Galeano dejaron un legado estético y emancipador bastante sólido en los jóvenes. Son países de bastante apuesta cultural por tradición.

Ecuador es un país que tiene grandes cosas en todo sentido. Siempre recomiendo que vayan a Ecuador, pero tengo la sensación de que suele leerse más lo de afuera que lo de adentro: autores como Pablo Palacios, De La Cuadra, Dávila Andrade y la Generación Decapitada dejaron cosas más que promisorias, pero merecen más atención, pues todo el mundo conoce sus nombres, pero pocos sus obras. Es un país que merece más reconocimiento del que, en realidad, tiene. Sin embargo es un país donde he encontrado grandes joyas. Los jóvenes comprendieron esa necesidad, por eso el panorama es promisorio. Veo a Ecuador con cimientos bastante fuertes para los próximos años.

Perú, más allá de cierto centralismo, entendió desde Pimentel y la Generación Hora Zero la necesidad de innovar y se ha logrado. Sin embargo, noto cierta concentración en un solo núcleo dispuesto en las grandes ciudades, aún cuando sobra mencionar la inmensa paleta de nombres de grandes poetas peruanos. Yo noto en el norte de Perú una apuesta bien interesante -Vallejo es de Santiago de Chuco-desde el sector independiente donde la tradición y la innovación tienen bastante sincronía... Cosa que no veo en algunos países.


*¿Cómo ha sido tu recorrido, tu andar poético?

Algunos miden su biografía por la cantidad de galardones. En mi caso, yo la mido en experiencias, más allá de que he ganado uno que otro reconocimiento (perdóname la falsa modestia). Mi recorrido fuera de Colombia ha sido de tres años y en estos países he encontrado un cariño que rebosó las expectativas que yo me proyectaba cuando salí con mi mochila y dejando todo atrás. Sin embargo, aunque amo estos países en los que he vivido y he nacido tantas veces, creo que, en realidad, es imposible irse de Colombia, siempre la llevo conmigo. Es como esa novia que te ignora, pero aún así la seguís queriendo, ranchadamente, pero el amor que he encontrado en estos países, siempre en nombre de Cumbialombia, ha sido el mejor escenario para mi escritura.


*¿Para qué la poesía?

Para vivir, gritar, reconciliarse, respirar, perdonar, contradecirse y reinventarse cuantas veces sea necesario. La poesía es para encontrarle el alma a cada cosa.


*¿Hacia dónde va?

La poesía va hacia la totalidad. La humanidad morirá cuando deje de haber poesía, pero, quizás, la poesía no muera si muriera la humanidad. No sé. Yo digo que yo con la poesía, no sé hacia dónde, ahora (contrario a lo que antes era), no me interesa saber a dónde llegaré. Ella va conmigo, aunque yo a veces no quiera ir con ella. Vivimos peleando. Como yo con mi nostalgia. 


El invitado



Manuel Felipe Álvarez-Galeano

Medellín, Colombia, 1987. Sus orígenes e infancia se remiten a El Peñol. Filólogo hispanista de la Universidad de Antioquia. Maestrando de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Barcelona. Escritor, traductor, corrector y conferencista. Docente de italiano, griego, portugués, latín y distintas materias humanísticas. Ha recibido distintos premios y reconocimientos, además de impartir sus conferencias. Su obra ha sido publicada y antologada en catorce países y traducida a siete idiomas. Ha publicado los libros El carnaval del olvido (Málaga, España, 2013); Recuerdos de María Celeste (Medellín, Colombia, 2002) y la novela El lector de círculos (Chiclayo, Perú, 2015). 

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