jueves, 19 de octubre de 2017

Ivonne Gordon. Los poemas

De: Colibríes en el exilio (1997)

La vida y la clara del huevo se baten 

en el camino de tu cuerpo
donde acaba el susurro del día, la duda, y el ir y venir
de la oficina
donde acaba el cansancio y el tedio
de la alcancia
donde empieza las ganas de vivir
en tu pecho en medio de los vellos de un dulce vegetal
tu sexo oscuro y fuerte
como cruz que marca el camino
de explorar
y que marca
el centro del mundo
tu sexo como sal negra
y olivos del tiempo
perverso en la lucha
de girar el cielo
de embrujar el vahido
y de entrar a los crisoles de la vida y la muerte
tu sexo
besaré
hasta que tenso
dirija la fuente del misterio.



La astilla se mete

en el dedo meñique
por las calles llenas de nubes de olor
a la locura de los pies descalzos
a la fritada recosida en manteca
a las hojas de maíz ahumadas
con el pelo del silencio
y quieres volver
otra vez
y vuelves
y cada vez que lo haces
esas calles huelen a orines del recuerdo
a tripa mishki de alguien que estuvo allí
y dejó su huella en la esquina rociada
en el pavimento en el agua
que gotea
y los olores que se confunden con el humo diesel
y te metes aunque sea
a empujones
y encuentras que la astilla
se ha encaramado.


De: Barro blasfemo (2010)

Con cautela

Con cautela
se mete dentro de sí misma
y busca
calladamente el sonido del corazón.
En el camino lleno de raíces
mastica semillas de girasol.
Se da la vuelta
dentro de su piel
y encuentra el brazo.
Con sosiego
se arrodilla
como si estuviera en medio de la niebla
extiende la pierna de atrás
dobla la rodilla de adelante
y sin pensarlo más
se vuelve paloma.


La pose de loto

La pose de loto
te entrega en el desayuno
el mundo que palpita.
Así te sientes al cepillarte los dientes,
porque cepillarse es un acto delicado.
Como decir lluvia,
llueve
llueve incesantemente,
te cepillas con pasta de dientes que promete blanquear
las manchas del café
te cepillas con una espuma blanca.
Mientras ves en el espejo un río lleno e peces.
Ha llegado el momento de recapacitar
como decir vagar
vaga
vagas incesantemente,
porque no eres el abrigo de lana que cuelga en el ropero,
ni eres las zapatillas de ballet escondidas en una esquina,
ni eres el viaje de un bisonte lleno de espanto.
Eres una miga de pan
atrapada en una muela.
Eres el ruido de la lluvia,
que cae a media noche.
Eres el agua que borbotea
en la fuente a la entrada de la casa.
Eres como decir lluvia
llueve.


                                                                                        Ivonne Gordon

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